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Comencemos con el pequeño Hans. Caso “clínico” que constituye uno de los psicoanálisis mas conocidos de Freud y que, al mismo tiempo, Freud trata como literatura pura, pues nunca convivió o analizó directamente al pequeño Hans. Y ahora resulta ser una “monografía que constituye para el freudismo el equivalente de un escrito testamentario del cristianismo. Freud ha inventado la castración a partir de este asunto. Digo bien que lo ha inventado, y no que ha descubierto algo que ya estaba ahí. No. A partir de esto, nunca más una madre podrá lavar el culo de su pequeño niño como antes.” (Guattari, ¿Qué es la ecosofia?, p. 186)

“Es sorprendente como Freud, que descubrió el período de latencia (ese período de depresión, de pérdida del sentido del mundo, que sigue al complejo de Edipo y al complejo de castración) no se haya dado cuenta de que ese período coincide con la edad de la escolarización, la entrada del niño en los equipamientos productivos modelizantes, la entrada en las lenguas dominantes. Y el niño, que tiene capacidades extraordinarias como las de la danza, del canto y del diseño, pierde en pocos meses toda esa riqueza. Su creatividad cae en una especie de grado cero: comienza a hacer diseños estereotipados, se modeliza según las actitudes dominantes.” (Guattari, Micropolítica, p. 117)

“Freud intentó abordar los fenómenos de multitud desde el punto de vista del inconsciente, pero no vio claro, no veía que el propio inconsciente era fundamentalmente una multitud. Miope y sordo, Freud confundía las multitudes con una persona.” (D&G, Mil mesetas, p. 36)

Peor hay que recordar que la naturaleza indica al hombre que no la busque más que en los excesos. “El hombre ha nacido para gozar, y sólo mediante sus excesos conoce los más dulces placeres de la vida: sólo los estúpidos se contienen.” (Sade, p. 398)

¿Dónde encontrar mejor germen de los crímenes, que en el manantial de las pasiones? He ahí la fuente vital del psicoanálisis y sus «neo»sacerdotes contemporáneos, los psicoanalistas, que no dejan de crear nuevos conceptos para sentirse descubridores y necesitados por los sujetos de los cuales detentan poder y “virtú”.

El ejemplo de un espíritu viajero que confiesa sus «verdades» ante dicho esquema lo encontramos en Fritz Pearls. Tal ves no es propiamente una confesión, sino un desencubrimiento de la política y demagogia detrás de los círculos que detentan la labor psicoanalítica, lo que Pearls nos demuestra en su tiempo. Una dinámica sobre la cual resulta mejor citar que tratar de analizar o convencer.

“Incluso puedo recordar el minuto preciso en que sentí la liberación total de esas cadenas ideológicas y comencé a oponerme al sistema de Freud. Durante años fui un tanto exagerado en mi oposición. Me hacía falta la apreciación por Freud y sus descubrimientos. El alejamiento se produjo en Capetown cuando conocí a Maria Bonaparte, princesa de Grecia. Ella era amiga y discípula de Freud. Recién había completado y mimeografiado el manuscrito de «Ego, Hunger and Agression» y se lo di a ella para que lo leyera. Al devolverme el manuscrito me dio exactamente el tratamiento convulsivo que necesitaba: “Sí ya no crees en la teoría de la libido, es conveniente que presentes tu renuncia”. No pude creer lo que escuchaba. ¿Un enfoque científico basado en un artículo de fe?” (Pearls, p. 84)

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