La carrera por un mejor puesto, apasionada al extremo de la paranoia, difícilmente representa los impulsos democráticos más saludables. Mientras algunos tratan de concentrarse en una buena labor respecto a sus funciones, dos grupos irrumpen el inexistente equilibrio laboral: aquellos que tratan de escalar puestos y los que evaden responsabilidades.
Desde un inicio se genera la idea de alentarnos para trabajar. De ahí que nos valoremos en cuanto al tiempo que trabajamos. Desafortunadamente no se nos suele enseñar a participar de manera más significativa en la política empresarial. Cuando existe algún tipo de elección, percibimos una pesada campaña propagandística en los puestos de mayor jerarquía, ya sea por tiempo o por valor del puesto. Dicha campaña la leemos como un método para marginar a la población que sólo percibe esta ideología, sin cuerpo ni voz. Es en muy pocas ocasiones cuando las empresas montan una campaña en favor de unos candidatos. Gran parte de los movimientos son significados por los trabajadores mismos.
Como trabajadores no podemos excluirnos de la actividad política dentro de nuestras empresas. Somos colaboradores y nuestra opinión cuenta en todo momento. Es nuestra labor individual la que aporta valor al conglomerado empresarial y, aunque no tengamos acciones de la empresa, es nuestra función la que genera valor al conjunto empresarial en su totalidad.
Es por esto que uno de los elementos en los que tenemos que concentrarnos como colaboradores es, sin duda alguna, las propuestas políticas de nuestros jefes y altos mandos, no en sus cualidades. Pensamientos como: “¿es un buen líder?, ¿es un tipo agradable?”, son erróneos para el tipo de decisiones que debemos tomar como colaboradores de nuestra empresa. No podemos apoyar una imagen, debemos entender que formamos parte de una plataforma, cuya estructura permitirá nuestro desempeño y ganancias personales en un mediano y largo plazo.
Así es, existe una política empresarial y somos parte de ella. Por mucho que creamos que: “ya todo está arreglado y son los jefes los que mandan”, no podemos dejar que estas ideas erróneas nos alejen de las acciones que tenemos capacidad de tomar en nuestros espacios de trabajo.
Pues si no comenzamos por estos espacios, entonces nos volvemos consumidores desinformados sobre las acciones de nuestra empresa, incapaces de tomar decisiones. Los anuncios no transmiten información sino órdenes. Es responsabilidad de los empleados exigir información y comprometernos con las decisiones y movimientos de nuestra empresa (beneficios, bonos, metas, cambios administrativos, etc). Si no podemos comprometernos en la política empresarial del espacio de trabajo en el que nos mantenemos, entonces nos volveremos peones de un sistema que nos controlará para explotarnos y despecharnos en la primera oportunidad.
La mayoría de los empleados delegan sus decisiones a otras personas, dentro de la misma empresa. Los sindicatos están desapareciendo y vuelven todo el ámbito laboral en una salvaje ley de la jungla, en donde los chismes, traiciones y palancas sirven de complemento a la desorganización laboral de los empleados.
Por esto y más razones, debemos unirnos para el bienestar laboral de todos y todas. Como es adentro es afuera; pero también como es afuera resulta ser dentro.