Existen tres procesos básicos en la adquisición del lenguaje: 1) corrección de la forma, 2) atribución de significado y 3) efectividad.
Daremos un repaso rápido y sintetizado a los procesos de adquisición de lenguaje en la infancia. Debemos recordar que hay muchas ideas erróneas o limitadas en torno al progreso del lenguaje en los niños y las niñas, en muchas ocasiones se cree que aprenden por imitación de sonidos o movimientos pero esto no es más que una explicación poco convincente.
- La corrección de la forma. Este concepto hace referencia a las bases que está adquiriendo todo niño para formular expresiones orales específicas y relacionadas a las bases gramáticas de su lengua. Es obvio que ninguno de nosotros aprendimos a hablar desde las reglas gramaticales de nuestro lenguaje, ya sea que seamos rusos, ingleses, chinos, japoneses, árabes, somalí o de regiones en donde se usa el castellano. Existen dudas en el nivel consciente de esta adquisición del lenguaje, pero queda claro que hay elementos automáticos del desarrollo biológico y otros que se van dando por el esfuerzo. La corrección de la forma es la parte de un proceso instrumental que lleva al niño a buscar una correspondencia entre lo que desea y lo que expresa, casi siempre expresándose a la par de las reglas implícitas en el lenguaje que lo rodea.
- Atribución del significado. La capacidad de referencia y significado está directamente asociado a la corrección de la forma, no significa que estos tres procesos ocurran uno después del otro, ocurren paralelamente. Para este proceso es muy relevante la función y el contexto en el que un niño emite un tono, sonido, sílaba, palabra o frase.
- Efectividad. Es el criterio para juzgar los procesos en la adquisición del lenguaje, no tanto por su forma correcta o incorrecta, tampoco por su significado sino por el objetivo de dicho intento de comunicar. ¿Puede el niño pedir, indicar, recomendar, prometer, apoyar o mostrar lo que sea por el uso de medios comunicativos? Sí.
Estos tres procesos se dan por “interdependencia”, lo que significa que son necesariamente inseparables. No debemos preocuparnos tanto por lograr que nuestros hijos e hijas consigan pasar fases, tanto como ocuparnos en permitirles las bases del desarrollo en las que lleven a cabo sus procesos a su tiempo y ritmo. Exagerando un poco los tiempos y edades, no hay diferencia entre el niño que habla a los 8-10 meses, del que habla a los 3-4 años. Mencionamos esto porque existe mucha preocupación en las madres y padres de que sus hijos vaya desarrollándose a tiempo y por encima de los demás, como si existiera una competencia por quién da a luz al siguiente niño genio que salvará a la humanidad de todos los problemas actuales. Pero esto no es más que un procesos que deben tratar los adultos de manera individual, que una deficiencia en el infante.
“La adquisición del lenguaje comienza antes de que el niño exprese su primer habla léxico-gramatical” (Bruner, El habla del niño, pp. 19-21)