Deriva

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“El siglo XX estuvo marcado por la consolidación del matrimonio civil como única forma legal de establecerse en una unión conyugal” (Quilodrán, p. 204). Esto quiere decir que las mujeres no tenían derechos por el simple hecho de ser mujeres. Desde finales del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX, se fueron cambiando y modificando estatutos de legalidad que posibilitaban los derechos de las mujeres. Antes de esto, una de las mejores opciones para las mujeres era el contraer matrimonio. Y el adjetivo de “mejoría” era usado desde una perspectiva de sujeto de derecho así como de imagen social, lo que quiere decir que la nupcialidad era un fenómeno de formación y estabilidad en las parejas conyugales.

Hoy en día es fácil perder de vista el peso de los elementos simbólicos del matrimonio en la mujer. Pero hace un siglo, ser mujer casada era un símbolo de éxito, madurez, crecimiento, estabilidad y avance. Aquellas mujeres que no se casaban y no producían o tenían hijxs, eran mal vistas. Lo que ponía a las mujeres en una sociedad que las evaluaba y valoraba de acuerdo a la fertilidad (número de hijos), reglas matromoniales (virginidad antes del matrimonio), valor moral (casarse, tener hijos y ser ama de casa). La libertad social (cuentas de banco, comprar una casa o tener negocio) de la mujer estaba sujeta a la exigencia del matrimonio y la imposibilidad de ser autora de sus propia vida. El género determinaba las capacidades que cada ser humano podía o no podía hacer. El hombre tenía ´más derechos que la mujer.

Pero los desarrollos en el siglo XX fueron cambiando estas circunstancias poco a poco. Estos desarrollos fueron posibilitados por marchas feministas desde finales del siglo XIX hasta la fecha. Los cambios se notan en demasía, aunque olvidemos las dificultades que se han tenido que sufrir. Las mujeres se han organizado para buscar igualdad por medio de exigir sus derechos, así como al trabajar para generar empatía, conocimiento, consciencia y educación en torno a las dificultades que han sufrido -y siguen sufriendo- en la cotidianidad de su vida.

“En suma, lo que se está modificando es la secuencia normativa de: 1) matrimonio, 2) sexualidad, 3) descendencia (donde el matrimonio tenía un papel protagónico), por una donde el abanico de posibilidades se amplía” (Quilodrán, p. 206). En la historia de la cultura mexicana nos encontramos 3 modelos, en donde el último es el que representa un cambio predominante.

MODELO TRADICIONAL
-Vínculo conyugal formal y estable
-Práctica de la sexualidad y formación de la descendencia dentro del ,atrimonio
-Escasa soltería
-Misma vivienda de cónyugues

MODELO POSTRANSICIONAL
-Vida sexual preconyugal generalizada
-Pérdida de vigencia del vínculo conyugal formal
-Incremento de los hijos nacidos vivos antes de la unión
-Matrimonio inestable
-Uniones sucesivas
-Soltería frecuente
-Descendencia reducida
-Corresidencia de cónyugues

MODELO ACTUAL ALTERNATIVO
-Relaciones sexuales preconyugales generalizadas
-Vínculos informales, inestables o no duraderos y sucesivos
-Maternidad devaluada (por estar fuera del matrimonio y falta de apoyo)
-Soltería frecuente
-Cada quien vive en su lugar

Rastros de la influencia del hombre en la mujer se encuentran muy visibles, pero también muy normalizados. Un ejemplo de la hombría del pasado siglo está en la perpetuación del apellido paterno en el primogénito mexicano (Rojas, p. 298). Si analizamos con precaución las cosas que nos parecen normales, encontramos los rastros de este sometimiento paterno a los contratos (desiguales por principio) del matrimonio, tanto religioso como legal. Pero los últimos esfuerzos se observan en los derechos reproductivos, por ejemplo.

“El concepto de derechos reproductivos está asociado a la creación en 1979 de la Red Mundial de Mujeres por la Defensa de los Derechos Reproductivos, de acuerdo con las cual, toda persona tiene el derecho a decidir si quiere tener hijos, así como el número y el momento para hacerlo” (Correa y Petchesky, pp. 107-123). Mientras que en México se modifica el artículo 4 de la Constitución Política con el fin de asegurar el derecho de toda persona a decidir el número y el espaciamiento de sus hijos. (Figueroa, p. 254).

Muchos cambios han ocurrido en el último siglos en torno al reconocimiento de la mujer en nuestra sociedad, tanto en valor como en derecho. Muchos cambios más faltan, pero la lucha continúa por esforzarse en generar una sociedad más justa para todas y todos, en donde el sexo, el género, la raza o preferencia sexual, etc., no sean un factor determinante para obtener derechos, oportunidades, tratos y posibilidades de vivir y convivir.

Por lo que nuestro modelo de trabajo se esfuerza en ayudar, apoyar y generar tratamientos adecuados a cada caso y personalizados a las circunstancias de cualquier ser humano.

8M
2021
DERIVA – ISA

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